Todo el mundo sabe que mantener una rutina de ejercicios es fundamental para llevar a cabo un estilo de vida saludable. Sin embargo, algunos esfuerzos físicos pueden ser contraproducentes y provocar lesiones o daños en el organismo que, en ocasiones, pueden llegar a ser difíciles de curar. Evidentemente, existen muchísimos factores que influyen a la hora de que desarrollar cierto tipo de actividad pueda suponer un riesgo para la salud, aunque los más determinantes siempre son la edad y la costumbre de la persona de practicar algún deporte.
Así, los ejercicios pueden clasificarse en dos tipos: de mucho o de poco impacto. Como su propio nombre indica, esta organización divide los tipos de movimientos en función del shock que se pueda producir en el cuerpo de la persona que los realiza. Teniendo en cuenta lo anterior, podría decirse que los de poco impacto se corresponden con aquellos en los que, al menos uno de los pies, se mantiene en el suelo durante su práctica. De este modo, el organismo apenas sufre sacudidas y el riesgo de sufrir algún accidente o lesión es mucho menor, por lo que se trata de entrenamientos ideales para personas mayores, con problemas de movilidad, obesidad o embarazadas. Algunas actividades que se incluyen en esta categoría podrían ser caminar, nadar, pasear en bicicleta o utilizar las máquinas del gimnasio.
En cambio, los ejercicios de mucho impacto son aquellos en los que los dos pies llegan a estar en el aire durante algún momento de su puesta en práctica, por lo que todo el peso del cuerpo cae con fuerza en el momento del 'aterrizaje'. Es por esto que el riesgo de sufrir lesiones es mucho mayor y solo se recomienda realizar este tipo de rutinas a las personas que tengan una forma física que se lo permita y que no sufran problemas de corazón o hayan estado lesionadas previamente. Salir a correr, saltar a la comba o determinados tipos de baile podrían considerarse ejercicios que se incluirían dentro de esta clasificación.
Beneficios de realizar ejercicios de alto impacto
Aunque el cuidado y la mesura deben reinar durante la puesta en práctica de este tipo de actividades, lo cierto es que llevar a cabo ejercicios de alto impacto genera muchas consecuencias positivas en el cuerpo. Para empezar, ayudan a fomentar la coordinación tanto física como mental, mejoran la fuerza y la velocidad y la quema de calorías se produce de forma más rápida, lo que desemboca en una reducción de peso más temprana, si eso es lo que se está buscando. Además, estos movimientos hacen que aumenten los niveles de oxígeno en las células y el corazón, reduciendo así el riesgo de padecer alguna enfermedad cardiovascular o diabetes en el futuro.
Eso sí, como se ha mencionado anteriormente, se debe tener cuidado a la hora de realizar este tipo de ejercicios porque el cuerpo puede llegar a un sobreesfuerzo que no vendrá nada bien a las fibras musculares y a las articulaciones. Es por esto que, lo más recomendable es planear una rutina de ejercicios en la que se incluyan tanto de alto como de bajo impacto, a no ser que un profesional te desaconseje poner en práctica los más intensos. Además, recuerda la importancia de llevar a cabo un buen calentamiento antes de cualquier entrenamiento para preparar al organismo y que no se produzcan lesiones de importancia.
Peligros de realizar ejercicios de alto impacto
Evidentemente, no todo iban a ser ventajas a la hora de realizar este tipo de actividades, sino que existen algunos riesgos que se han de tener en cuenta antes de ponerlas en práctica. Normalmente, la cantidad de saltos que se produce durante los ejercicios de mucho impacto suele ser bastante elevada, por lo que las lesiones en las rodillas, los tobillos u otras articulaciones de las piernas están a la orden del día. Además, el desgaste que se sufre a largo plazo es mucho mayor que el que se padece con los movimientos de baja intensidad, pudiendo provocar un envejecimiento prematuro de lo huesos o las fibras musculares si no se realiza con moderación.
Para evitar este tipo de peligros, se hace necesario ir preparando al cuerpo poco a poco y jamás empezar de golpe. Por ejemplo, si vas a iniciarte en el running, no puedes pretender correr 5 kilómetros seguidos en el primer día, porque tu organismo no está preparado para eso y tanto sobreesfuerzo puede provocar la aparición de daños y contusiones. De igual modo, como se ha comentado anteriormente, ninguna rutina de ejercicios debe contener solo los de este tipo, siendo así necesario combinarlos con los de poco impacto, a no ser que se trate de una persona que se esté preparando para una competición o reto específico.
Hacer caso a tu cuerpo siempre es la mejor opción para saber si debes reducir o aumentar la carga de trabajo, porque él te enviará señales claras tanto si lo estás sobreesforzando como si no lo estás ejercitando suficiente. Además, puedes hablar con un profesional que te ayudará a establecer una buena rutina de ejercicios adaptada a tus características personales.