Ya nadie debería atreverse a dudar de los múltiples beneficios que tiene para el organismo llevar un estilo de vida saludable en el que el ejercicio y la actividad física se convierten en los protagonistas de la rutina diaria. El sedentarismo está completamente condenado y cada vez son más personas las que se animan a levantarse del sofá para ponerse en marcha, ya sea caminando, corriendo o llevando a cabo algún otro tipo de esfuerzo. Los 'runners' han tomado las calles, dando ejemplo a los ciudadanos que todavía no se han pasado por la tienda para hacerse con unas buenas deportivas adaptadas a la forma de sus pasos.
Sin embargo, se debe aclarar que no todo es color de rosa y lo cierto es que practicar deporte de forma frecuente puede dar lugar a la aparición de lesiones o tirones que no harán ninguna gracia a la persona que las sufre. Por supuesto, la posibilidad de que esto pueda ocurrir no debe tomarse como excusa para pasar por completo del ejercicio y quedarse en casa haciendo el vago, ya que teniendo en cuenta una serie de recomendaciones y poniendo en práctica un buen calentamiento, el riesgo de sufrir algún daño se reducirá casi por completo.
En este sentido, una de las lesiones más frecuentes que pueden sufrir aquellas personas que hacen 'running' es el síndrome de la cintilla iliotibial, más conocido como la rodilla del corredor. Esta afección se traduce en un dolor intenso o sensación de quemazón en la parte externa de la rodilla, sobretodo mientras se corre, y suele ser bastante molesto para quien la sufre, llegando incluso a plantearse si merece la pena salir a practicar deporte. Por fortuna, existe una serie de recomendaciones y pautas para evitar la aparición de esta tediosa molestia o para curarla una vez que haya aparecido. ¡Toma nota y di adiós para siempre a la rodilla del corredor!
Causas que provocan la aparición de la rodilla del corredor
El síndrome de la cintilla iliotibial aparece cuando este tendón se roza de forma repetida contra los huesos de la rodilla, provocando una inflamación que produce dolor con el movimiento. Las causas de esta fricción excesiva son muy variadas, aunque las más frecuentes suelen estar relacionadas con salir a correr. Así, la rodilla del corredor puede aparecer cuando se aumenta de forma repentina la intensidad o el número de kilómetros que se recorre, cuando se hace 'running' sobre un suelo excesivamente blando o excesivamente duro, cuando se cambia súbitamente la superficie que se pisa o cuando se corre sobre una zona con mucha pendiente, ya sea ascendente o descendente.
Otras causas también pueden estar relacionadas con una mala elección del calzado para ir a correr o por un desgaste excesivo del mismo, sobretodo en la parte externa del talón. Por otro lado, algunos factores biológicos también pueden influir en la aparición de la rodilla del corredor, como poseer una cintilla iliotibal demasiado corta o tensa o tener una escasa flexibilidad en los músculos de la extremidades inferiores. En cualquier caso, este molesto síndrome puede tratarse y poner en práctica algunos ejercicios y calentamientos ayudará a evitar su aparición o a calmar el dolor que produce.
Cómo prevenir y tratar la rodilla del corredor
Antes de iniciarte en el running o en cualquier otro deporte, es fundamente que empieces realizando entrenamientos de poca intensidad para evitar lesiones producidas por el sobreesfuerzo. Del mismo modo, será necesario que te hagas con el equipamiento adecuando para el ejercicio concreto. Así, si quieres comenzar a correr, unas deportivas de calidad adaptadas a tu pisada no pueden faltar, bajo ningún concepto, en tu fondo de armario deportivo. Igualmente, calentar y estirar los músculos antes de ponerte a recorrer kilómetros y kilómetros ayudará de forma notable a preparar tu cuerpo para esta actividad física, reduciendo al mínimo el riesgo de sufrir lesiones.
Pero si el daño ya está hecho y la ya ha asomado su fea cara, deberás poner en práctica una serie de recomendaciones y pautas para calmar el dolor y curar del todo tu articulación. Evidentemente, lo primero que debes hacer es detener el entrenamiento y aplicar frío en la zona dolorida, siempre liado en un trozo de tela y sin exceder nunca los diez minutos. Después, se recomienda guardar reposo durante un tiempo para que la rodilla pueda recuperarse, llevando a cabo otro tipo de ejercicios menos intensos si no se quiere perder todo el progreso que se había conseguido hasta entonces.
Por último, no te lo pienses dos veces a la hora de acudir a un especialista para que valore tu lesión. Un fisioterapeuta te dará un diagnóstico extendido sobre lo que le ha ocurrido a tu rodilla, lo que redunda en un tratamiento personalizado y una pronta recuperación. Aplicando masajes y movimientos terapeúticos, el periodo de recuperación no debería exceder las tres semanas de rehabilitación, pudiendo entonces volver a la normalidad y a tu rutina de ejercicios para seguir poniéndote en forma.